Un cuadro se ha quedado a medio pintar. Dentro de él los habitantes se dividen en tres clases: los Toupins, que son los que están terminados, los Pafinis, que están a medias, y los Reufs, que son los que se quedaron en el boceto de línea. Los Toupins son los poderosos y viven en el castillo, los Pafinis viven en el bosque y son los sirvientes, y los Reufs, bueno, son los apestados de los apestados.
Lola es una pafini con sueños, quiere conocer al Pintor y preguntarle por qué ha dejado el cuadro sin acabar. Ramo es un toupin enamorado de una pafini, y ya saben la historia prohibida y todo eso, que se ven a escondidas, que se van a escapar y bla, bla. Por accidente Ramo, Lola y Plume, un reuf, se embarcan en la misión de encontrar al Pintor. Después de salir del cuadro se enfrentan a varias aventuras, conocen personajes de otros cuadros que se convertirán en amigos y consejeros. Y al no encontrar al creador, deciden ellos mismos terminar de pintar a todos sus amigos.
Al final, todos acaban pintados, hasta los toupins, con colores más llamativos, y llega la igualdad al cuadro. Como historia no es muy original y es lo que menos me interesó de la película. Pero el excipiente, como el de las píldoras, es fabuloso. Todo lo visual está padrísimo. Cada escenario tiene un estilo y una coloración distintos. Los personajes entran y salen de cuadros, entran al estudio del pintor, salen por las ventanas de los cuadros a otros escenarios con vida propia. A través de algunos diálogos con los cuadros terminados, el autorretrato, la mujer desnuda, el arlequin, sabemos un poco más sobre el pintor, su vida y sus costumbres. Spoiler: ¡en la última escena lo conocemos!
Como dije, algo le falta a la historia, pero tiene tantas pinceladas de otro tipo, que el balance se inclina hacia lo positivo y la recomendación, en caso de que la encuentren.
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