Rithy Panh fue sacado de su casa, de su barrio, de su ciudad, junto con sus familiares y amigos, un día de 1975. Tenía 13 años. Vivía en Cambodia. Esta es su historia. Esta es, más bien, la historia, de esos años en que los Jémeres Rojos controlaron y devastaron al país.
Con una narración mesurada y directa, en voz de un narrador, Rithy Panh nos cuenta esa parte de la historia que los Jémeres no mostraron en su propaganda, en sus películas. Nos narra esa parte de la historia, esa imagen perdida, que tiene que existir. La imagen de la verdad, de la que nadie conoce porque no hay registros. Y como él dice, es gracias al cine que esa imagen puede existir.
Él es el director, el escritor y el protagonista de este drama. Es una historia dolorosa, shockeante, injusta, elaborada de una manera impresionante. El uso de figurillas de barro y dioramas para ilustrar los párrafos de este periodo es impactante. Hay escenas visualmente increíbles; es extraño decirlo, es extraño encontrar belleza en escenas tan fuertes (más extraño es escribirlo, la verdad).
Las figurillas, realizadas por el escultor Sarith Mang, son muy curiosas e increíblemente expresivas. Lo que al principio se siente como maquetas y monitos superpuestos, rápidamente se transforma en un lenguage, el particular de esta historia, que sin esta manufactura, estoy segura, no hubiera tenido el efecto y el impacto que tiene. Los monitos se convierten en personajes, los paisajes y las palmeras falsas tienen atmósfera, se siente en todo el dolor, la pérdida y el sufrimiento de los habitantes del campamento, de Rithy Panh y su familia.
Rithy Panh recuerda cuando su padre decide dejar de comer como acto de rebelión, y cuando lo entierran, recuerda la pérdida de sus hermanas y de su madre por culpa de la mala alimentación y las condiciones insalubres y la desaparición de su hermano mayor, tal vez porque era todo lo que los jemeres no aprobaban.
Intercalado o como fondo, entre uno y otro diorama, vemos imágenes de archivo de los Jémeres Rojos, sobre las maravillas que están logrando, la igualdad entre los ciudadanos, la reeducación de los niños. Entre una y otra consigna Panh nos cuenta una realidad totalmente distinta.
En alguna entrevista Panh habla de la importancia de hacer esto, de demostrar que aunque los jemeres mataron a mucha gente y destrozaron muchas vidas, los sobrevivientes están aquí para contarlo, porque ni sus corazones ni sus cabezas fueron destruidos.
Con una narración mesurada y directa, en voz de un narrador, Rithy Panh nos cuenta esa parte de la historia que los Jémeres no mostraron en su propaganda, en sus películas. Nos narra esa parte de la historia, esa imagen perdida, que tiene que existir. La imagen de la verdad, de la que nadie conoce porque no hay registros. Y como él dice, es gracias al cine que esa imagen puede existir.
Él es el director, el escritor y el protagonista de este drama. Es una historia dolorosa, shockeante, injusta, elaborada de una manera impresionante. El uso de figurillas de barro y dioramas para ilustrar los párrafos de este periodo es impactante. Hay escenas visualmente increíbles; es extraño decirlo, es extraño encontrar belleza en escenas tan fuertes (más extraño es escribirlo, la verdad).
Las figurillas, realizadas por el escultor Sarith Mang, son muy curiosas e increíblemente expresivas. Lo que al principio se siente como maquetas y monitos superpuestos, rápidamente se transforma en un lenguage, el particular de esta historia, que sin esta manufactura, estoy segura, no hubiera tenido el efecto y el impacto que tiene. Los monitos se convierten en personajes, los paisajes y las palmeras falsas tienen atmósfera, se siente en todo el dolor, la pérdida y el sufrimiento de los habitantes del campamento, de Rithy Panh y su familia.
Rithy Panh recuerda cuando su padre decide dejar de comer como acto de rebelión, y cuando lo entierran, recuerda la pérdida de sus hermanas y de su madre por culpa de la mala alimentación y las condiciones insalubres y la desaparición de su hermano mayor, tal vez porque era todo lo que los jemeres no aprobaban.
Intercalado o como fondo, entre uno y otro diorama, vemos imágenes de archivo de los Jémeres Rojos, sobre las maravillas que están logrando, la igualdad entre los ciudadanos, la reeducación de los niños. Entre una y otra consigna Panh nos cuenta una realidad totalmente distinta.
En alguna entrevista Panh habla de la importancia de hacer esto, de demostrar que aunque los jemeres mataron a mucha gente y destrozaron muchas vidas, los sobrevivientes están aquí para contarlo, porque ni sus corazones ni sus cabezas fueron destruidos.
Vean el tráiler: https://youtu.be/usHaPDaIGio