Cada nueva película de Wes Anderson la espero como niño el día de Reyes. Y cuando las estoy viendo las disfruto como niño con juguete nuevo.
Es difícil explicar el gran placer de VER una película así, hecha con tanto esmero y control. Cada escena tan bien compuesta visualmente, cada elemento, sillón, cuadro, cortina, vestimenta, merece la pena ser visto. El manejo del color como siempre, me divierte mucho; los naranjas del hotel en decadencia, los rosados del hotel antes de su decadencia, los grises de la persecución en las montañas (una de mis escenas favoritas, por cierto... la parte de los esquíes me recordó a alguna escena del Fantástico Sr. Zorro), los negros de los malos, con esas geniales vestimentas, lo colorido de los de la sociedad secreta.
El Gran Budapest Hotel no me decepcionó ni tantito. La disfruté toda todita. Es Wes Anderson al máximo, con todo su estilo, su humor, sus diálogos inteligentes y acelerados, su increíble reparto (esperemos que agregue a Tony Revolori en futuros proyectos porque está fabuloso aquí), la música de Alexandre Desplat (que me gusta cada vez más y, fuera de una pequeña escena fue lo mejor de Godzilla), y nuevamente, su increíble reparto, aunque sea en pequeñas dosis: F. Murray Abraham, Jude Law, Jason Schwartzman, Harvey Keitel, Jeff Goldblum, Edward Norton, Bill Murray, Owen Wilson, uff!
Ralph Fiennes encabeza el reparto con una brillante actuación como el legendario Gustave H., el conserje del Gran Budapest. Tony Revolori es Zero, el nuevo lobby boy, al que Gustave ha decidido proteger y formar. Un día una de las "groupies" de Monsieur Gustave muere y eso desencadena una serie de líos, sorpresas y asesinatos que transformaran los destinos de nuestros personajes, y a nosotros nos darán grandes momentos de diversión.
Madame D., una difícil de reconocer Tilda Swinton, le deja un cuadro a Gustave y su hijo Dmitri (Adrien Brody) enfurece y trata de implicar a Gustave como el asesino de su madre, con la ayuda de un súper siniestro Willem Dafoe (¡¿cuando no?!). Gustave y Zero, apoyados por la prometida de Zero, Agatha (Saoirse Ronan) parten en busca de la única persona que puede declarar en su favor, el mayordomo Mathieu Amalric.
La película está llena de energía y no para, del hotel, al tren, a la cárcel, a la montaña, al hotel de nuevo. Y aunque hay un montón de escenas divertidas y diálogos hilarantes, el final es un poquito triste, sabe un poco a la decadencia del hotel, a la nostalgia de los tiempos pasados, que en este caso definitvamente fueron mejores.
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