martes, 24 de septiembre de 2013

Mi Vecino Totoro

Ver Mi Vecino Totoro (Hayao Miyazaki, 1988) en el cine, fue de entrada una gran experiencia, no porque se haya visto más espectacular o porque la animación haya resaltado más, sino por la extraña oportunidad y por el público que asistió. El ambiente fue acogedor, festivo, con un toque de misterio porque nos sabíamos parte de un grupo especial de entusiastas admiradores. Éramos niños, otakus, no tan otakus, estudiantes de japonés, seguidores del estudio Ghibli o ávidos devoradores de todo tipo de anime. Llenos de expectación, a pesar de haber visto la película varias veces, en cuanto se apagan las luces, nos preparamos para revivir una de las mejores historias del mundo de Hayao Miyazaki.

Mi Vecino Totoro es la historia de unas hermanas, Mei y Satsuki que se mudan con su papá a una casa rural cercana al hospital en donde está su mamá. Entre la limpieza y la exploración de la casa, la vida cotidiana, la escuela y demás, las niñas entran en contacto con los espíritus del bosque que está al lado de la casa. Uno de ellos se llama Totoro es un bicho enorme y pachón que duerme en el corazón del bosque, que más que bosque es un árbol gigantesco. Totoro y sus secuaces, unos totoritos de otros colores, hacen migas con las niñas y las invitan a su mundo, las llevan a la copa del árbol, les presentan al fantástico neko no busu-el gato camión, las cuidan y juegan con ellas.

Dentro de todas las películas de Miyazaki, que me gustan mucho, ésta es mi favorita porque es la más tierna. Me gusta muchísimo el retrato de la vida cotidiana, las imágenes del campo con los campesinos en los arrozales, las escenas familiares en el o-furo (el baño japonés), las comidas, los juegos de las hermanas. Me impresiona lo bien que están retratadas las niñas (si fueran actrices le daría un Oscar a la chiquita Mei), los movimientos, sus personalidades, sus conductas. Y luego están la magia, las leyendas del bosque, los carboncitos que se esconden en la casa, el gato-camión con faroles de rata y su interior de peluche; los gestos de humor, la música, el Totoro (¡quiero un Totoro de peluche! Uh, o una alfombra/puff). 

Recuerdo todo esto y empiezo a suspirar como lo hicieron la mayoría de las niñas que estaban en el cine; yo no porque eran tantos los ¡aw! los ¡ay! los ¡wow! y etc, que me empezó a dar risa.

Existe un pequeño cortito sobre una aventura de Mei y un gatitoautobus/konekobusu que se exhibe en el museo Ghibli y los puedes ver chafamente en el reyanime.com. Se ve mal, pero vale la pena porque es fantástico.

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