martes, 29 de enero de 2013

Django Unchained

Un grupo de esclavos encadenados y sus vendedores caminan lentamente por un paisaje típico de western, mientras el nombre de la película aparece en enormes letras rojas “Django Unchained” y suena la canción de Django: Jangooooooou (sin la d, que es muda). Me encantó este inicio, la canción y la secuencia nos prepara para lo que esperamos sea una gran aventura.

Una noche, una carreta los intercepta, es el Dr. King Schultz; se hace pasar por dentista pero es en realidad un caza recompensas y busca a nuestro héroe Django (Jamie Foxx que mantiene durante horas y horas su cara de cool intenso y nada más) porque le puede ayudar a reconocer a tres hermanos con carteles de Wanted. Y es que estos tres trabajaban en la plantación de donde Django provenía. Django los conoce bien, pues son los que le dejaron las marcas en la espalda y en la cara.

Este es el inicio de una gran amistad. Resulta que el Dr. Schultz (Christoph Waltz, en una idéntica y encantadora actuación como en la de los Basterds, pero en bueno) es bastante buena onda y no le gusta todo esto de la esclavitud, aunque se aprovecha de ella cuando es necesario, por dinero, nada más. Django le cuenta a King que tiene una esposa y que quiere ir a buscarla. King, resulta ser un romántico y se ofrece a acompañarlo.
Durante el invierno trabajan juntos atrapando malhechores, jugando al tiro al blanco y planeando el rescate de la hermosa Broomhilda. Conocemos mejor a los personajes, King demuestra ser un blanco fuera de lo común (será porque es europeo y con más clase que los vaqueros que son un poco bestias), se asocia con Django y se reparten el dinero de las recompensas. Hasta este momento todo pinta bien y uno sigue pensando en la gran aventura que les espera. Cuando de repente llega un sketch con los del Ku Klux Klan realmente absurdo, con un humor de pastelazo (chistosa, no lo niego), que rompe con el ritmo de la escena de una manera tan extraña que lo único que provoca es desconcierto. Porque además, ese tipo de chiste no lo volvemos a ver en la historia.

En la segunda parte de la película (la primera es tan larga que más bien podrían ser dos: la de vaqueros y la de escabechina y justicia) llegan a Candyland, la plantación de Calvin Candie (Leonardo Di Caprio), en donde trabaja Broomhilda. Se hacen pasar por hombres de negocios en busca de esclavos especiales para las peleas de mandingos (peleas a morir entre esclavos negros… inventada por Tarantino, por suerte) y se topan con un Stephen (Samuel L. Jackson) de miedo. A mi parecer el verdaderamente malo de la historia y probablemente el controlador de todo el negocio. Es el personaje más cuestionable de todos y al que debería haberse desarrollado más. De los otros no esperamos más que lo que nos presentan, los blancos son así porque así nacieron y los educaron, de los negros, o que se sometan o que se liberen. Pero ¿qué se hace con un negro que se cree blanco, actúa como viejo, tiene una mirada cruel y sádica, que controla al jefe con un mínimo de esfuerzo?
Después de las presentaciones, de unos cuantos diálogos ingeniosos, una hermana sin importancia, un par de demostraciones de maltrato a los esclavos, de una escena de reencuentro entre los esposos, sin ninguna nada de romance y amor verdadero…sin suspiros pues, sólo un monótono “Hey baby”, empieza la venganza. Un regadero de litros y litros de sangre, montones de plomo, y ya. 

Héroe recupera chica, tan tan fin de la movie.

Siempre que se estrena una película de Tarantino mis expectativas son altísimas. Esta no es que me haya decepcionado, me divirtió bastante, pero me pareció irregular y en muchos sentidos hasta inútil.

Supongo que es un homenaje al spaghetti western, por lo menos la primera parte lo parece, la música también lo indica. Esta es la parte ligera y más entretenida, pero es tan larga que distrae del objetivo principal, que es la segunda parte. La segunda parte es otra onda diferente, aparentemente tiene una postura moral, habla de la justicia, nos retrata lo mal que les iba a los esclavos, pinta a unos blancos ricachones despreciables y nos hace pensar que toda la travesía de Django, su fortaleza, su frialdad, lo convertirán en un héroe entre los esclavos, que su venganza será inteligente e ingeniosa, nos hace pensar en una escena final de Django alejándose con su chica rumbo a otra plantación para continuar su lucha. Algo así. Pero no. Stephen resulta más abusado que todos y descubre el engaño. Aquí la historia deja de funcionar pues lo único que hace Candie ante eso, es aceptar vender a Broomhilda por una lanota. ¿Que no está indignado porque trataron de tomarle el pelo? ¿A poco venderla súper cara es suficiente castigo para alguien acostumbrado a ser el máximo jefe, el más inteligente, el más ingenioso? No me lo creo. Y luego ya con el contrato de libertad firmado, el final feliz apareciendo en el horizonte, el sensato y audaz King pierde su “cool” de una manera totalmente irresponsable y mata así nomás, sin chiste, a Candie y se hace matar, dejándonos con una sensación de “¡¿¡¿¡¿dos horas para esto?!?!?!??!”. Django no tiene más opción que empezar a disparar y matar y matar, en una escena a la que le falló el timing y quedó tantito larga, repitiendo un poco de más el chiste de los disparos al pobre tipo tirado en la entrada.

Obvio, la balacera termina cuando amenazan con matar a Broomhilda. Al día siguiente Django se salva de ser castrado para ser enviado a una mina. No pude evitar en este momento sentir una gran desesperación ante la idea de seguir sentada durante otras dos horas. Rápidamente empecé a imaginar una vida dura en la mina, su escape, y nuevamente el rescate de su esposa, pero ahora veinte años después. Por suerte, a medio camino, en la peor escena de la película, con un terriblemente sobreactuado Tarantino, Django se libera y regresa por la chica y la venganza final, que es bastante pinchona porque sólo consiste en matar a todos con disparos y volar en pedazos la mansión.

Es esto lo que me molestó de la historia. Tarantino nos hizo creer que Django y King eran inteligentes, que estaban hartos de las injusticias, todos sus planes anteriores eran astutos, les tomaban el pelo a los blancos explotadores,  nos hizo formarnos una idea de unos héroes como los basterds, pero no hubo nada de eso. Uno se “suicida” y el otro sólo quiere a su chica. ¿Acaso Stephen y Candie no merecían un final al nivel del de Hans Landa? ¿Acaso no parecía que los negros esclavos, los mandingos, estaban viendo a Django como un líder? ¿Malinterpreté?
Nuevamente supongo, que Tarantino, muy a su estilo, quería retratar la situación de la esclavitud, así como en su película anterior habla sobre los nazis, pero perdió claridad en el camino. No sé si al querer jugar con el western se hizo pelotas o qué, pero para mí no funcionó. Qué mal que le dieran el Golden Globe por mejor guión por esta y no por cualquiera de sus anteriores.

Espero, por su bien, que Christoph Waltz se tome un descanso, porque aunque creo que se lleva la película, puede caer en ese remolino en donde se quedan muchos actores haciendo el mismo papel una y otra vez (miren si no a Samuel L. Jackson).

De la película, me quedo una vez más, con el soundtrack. Siempre he disfrutado enormemente de las elecciones musicales de Tarantino y en este sentido me pareció consistente. Su intención original era utilizar canciones originales de sus westerns favoritos, pero varios artistas le mandaron aportaciones buenas y no se pudo negar. A mí me gusta la última de RZA y una que escribió Ennio Morricone junto con una cantante italiana, especialmente para esta historia.

Ay, si tan sólo Django hubiera sido más heroico, más humano ¿mejor actor? o ¿mejor escrito?

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