martes, 17 de agosto de 2010

Frozen River

Ray Eddy descubre que su esposo se ha fugado con el dinero para la nueva casa tráiler. El vendedor le da una última oportunidad de hacer el pago el día de navidad. Ray no tiene idea de dónde va a sacar esa cantidad. Trabaja en un supermercado y apenas gana para vivir y darle de comer a sus dos hijos. TJ, que tiene como 15 años, se ofrece a buscar un trabajo para ayudar, pero ella le dice que no, que su obligación es ir a la escuela y cuidar de su hermanito. Eddy va a buscar al marido, que es jugador conmpulsivo, al bingo local. No lo encuentra, pero sí encuentra su coche. El coche en cuestión se lo ha agenciado una empleada del bingo que vive en la reserva Mohawk. Eddy va a por su coche, Lila no se lo quiere dar, le ofrece un trato, y ahí comienza la historia. Una historia de contrabando de ilegales de un lado a otro de la frontera, a través de un río congelado. Una historia de racismo y desconfianza: Lila sostiene que no las van a detener porque Eddy, que es blanca, va manejando; Eddy no quiere llevar pakistaníes en la cajuela porque qué tal si son terroristas, etc.

La película ocurre en algún pueblillo cerca de la frontera con Canadá, a unos pasos de la reservación Mohawk. El lugar es pobrísimo, frío e inhóspito, lodoso.

Frozen River (Courtney Hunt, 2008), no es una peli alegre, optimista, que levante el espíritu, o que tenga una moraleja al final. Es bastante sombría, de hecho. A Eddy le va del asco, hay días en que les da de comer a sus hijos palomitas y tang, se van a llevar la tele (extraños contrastes, pues es una tele grande de pantalla plana). No parece tener vida social, familia, amistades. Sin embargo Eddy no se rinde, no se queja, no pierde el control, ni se enoja. Tiene una meta, que es conseguir la casa para navidad, y lo va a lograr, aunque se meta en líos. Y también es la historia de Lila. Lila, que no mantiene un trabajo estable, es sospechosa de traficar con ilegales, y no es bien vista entre los miembros de la reservación. Lila tiene un bebé pequeño que le fue arrebatado por la abuela paterna y no se lo deja ver. Lila trafica y guarda el dinero para su bebé, pero es rechazado. Y la relación entre ellas no es para nada uno de esos lazos a la "Thelma y Louise", pero es real y solidario.

Y así son las cosas, no hay explicaciones de más, no hay melodrama (aunque la situación sea muy dramática). La vida sigue, los días pasan, no hay más.

No es el tipo de películas que de entrada me llamen la atención. Siempre trato de huir de las pelis potencialmente deprimentes, pero así como trato de huir de las pelis malas de adolescentes gringos, siempre hay algo que me llama, una curiosidad, el título, algún actor, algo de la trama, o hasta el soundtrack. En este caso fue la nominación al Oscar para Melissa Leo como mejor actriz, y para la directora al mejor guión. Me tardé un rato en decidirme a verla, y no me arrepiento de finalmente haberme animado. La película me atrapó rápidamente, y aún sabiendo que no podía acabar bien (con ese título, ¡imposible!), terminé de verla, sin por un momento perder el interés.

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