En Verano 1993, la directora novel Carla Simón, relata una parte de su infancia, el verano en el que después de perder a su mamá, enferma de SIDA, se muda de Barcelona al campo con sus tíos y su pequeña prima Anna.
Pero más que contar hechos y anécdotas, la directora trata de mirar esos eventos imaginando a su ella de niña y cómo los vivió, más que cómo los recuerda ella ahora de adulto.
La cámara permanece al lado de Frida todo el tiempo, a veces en close-up, a veces a su altura, a veces como una compañera. Las conversaciones entre los adultos que se escuchan de fondo mientras Frida está debajo de la mesa, o sentada en un rincón, nos dan a entender de una manera delicada y sutil que tanto la mamá como el papá de Frida tenían SIDA y que Frida, después de muchos chequeos, está sana. Hay una escena en donde Frida se raspa la rodilla y una niña se acerca para ayudarla. La reacción exagerada de la mamá alejando a su hija nos hace temer sobre lo que le espera a Frida. Es la única escena así, afortunadamente. La línea entre el dramón y el drama diría yo.
La historia se centra en la adaptación de Frida a su nueva casa. De visita a hija. El resto de la familia la quiere mucho, en fines de semana llegan los abuelos y las tías. La relación con sus nuevos padres tiene sus altibajos, sobre todo con Marga. El cambio al campo no es fácil, explora su nuevo mundo con curiosidad, pero no es su casa, no es su familia, no es su mamá, es la mamá de Anna.
Frida tiene 6 años, de repente se comporta como una niña normal, juguetona e inocente, luego como una niña malcriada, manipula y se inventa cosas con las otras tías, y le hace un par de chingaderas Anna, que por cierto, es fantástica.
De hecho, las actuaciones, todas, están muy bien. Evidentemente, la sorpresa es la niña Laia Artigas/Frida. La relación entre las dos niñas y los padres fluye de manera natural. Hay pequeños gestos y caricias que se sienten espontáneos y sinceros.
Leí por ahí que muchas de las escenas entre ellas y supongo que algunas con los adultos, fueron improvisadas para que hablaran a su modo y jugaran a su modo.
Detrás de todo se nota un gran cuidado en la dirección de actores porque el resultado es una película emotiva, honesta, que no cae en el lagrimón y sí, al final lloramos con Frida cuando finalmente le cae el veinte sobre su nueva realidad, una en donde tiene unos nuevos padres y una hermanita y va a empezar el cole.