lunes, 30 de mayo de 2016

Jiro dreams of sushi

¡Ah pero qué gustazo haber visto este documental! 
Dirigido por David Gelb, (imagino que gracias a éste pudo hacer la serie documental de Netflix A Chef's Table),
Jiro dreams of sushi, nos acerca a este muy particular chef de sushi y tesoro nacional del Japón. Jiro Ono, ha hecho sushi toda su vida. No le gusta descansar, ni en día feriado. Todo su mundo transcurre alrededor de su restaurancito de sushi, solo sushi. Un restaurancito, llamado Sukiyabashi Jiro, como para diez comensales, situado, creo, dentro de una estación de metro, en Tokio. 
Según algunos conocedores, es uno de los restaurantes más caros del mundo. Uno tiene que reservar con un mes de anticipación y la comida te cuesta mínimo 30,000 yenes (vayan a su convertidor monetario favorito e infártense).

Con una música y una estética limpia y elegante, el documental, además de interesarnos y fascinarnos por Jiro y su mundo, nos provoca descaradamente, con close ups gastronómicos. Food porn le llaman por ahí. Y sí. Uno come (bueno uno no, a menos que uno se lance al restaurante, o bueno...uno come, en su cabeza) alrededor de 20 sushis, en tres tiempos un menú cuidadosamente pensado y diseñado que ha evolucionado con los años. Un menú, al parecer, que juega con lo moderno y lo clásico, con sabores contrastantes y materia prima de la más alta calidad. Un menú y un chef, evidentemente, que se han hecho merecedores de tres estrellas Michelin. Aunque sospecho que eso a Jiro, le tiene perfectamente sin cuidado.

Jiro es rutinario y, aunque lleva haciendo lo mismo durante mucho tiempo, mantiene el discurso de que hay que mejorar, mejorar la técnica, mejorar la calidad, mejorar el menú.

Un punto de conflicto es que la materia prima no ha mejorado con el tiempo, sino todo lo contrario. El atún ya no es como era antes, y algunos productos, simplemente ya no se encuentran.

Pero no es solo Jiro como personaje, o sus hijos, o sus aprendices, lo interesante de esta historia, sino la "japonisidad" de los japoneses. Las maneras de funcionar, de trabajar, de ver el mundo.

Los dos hijos de Jiro han aprendido el oficio, el chico ha abierto un restaurante y está tratando de construir su propio camino, el grande no puede, es el heredero y tiene que esperar a que su padre se retire para tomar el mando. Pero Jiro de 85 (90 ahora) no tiene para cuando, y aun cuando lo haga, él, Yoshikazu, nunca estará ni tantito cerca de la reputación de Jiro. Puede llegar a ser mejor, pero es poco probable que alguien se lo reconozca.
Y así como este ejemplo, vemos eso en el vendedor de camarones, y en el vendedor de atún. Seguro que ellos también han seguido los pasos de padres y abuelos y hacen su trabajo con precisión y habilidad. Las escenas en el mercado de pescados son de lo más interesantes.

Bueno, todo me pareció interesante. Hay una tranquilidad, una confianza en la manera en que ocurren las entrevistas que, junto con la manera de producir el documental, se logra un retrato bastante claro de los personajes y el entorno. Esto mismo percibo en la serie de Netflix, que me chiquiteo porque es cortita. ¡Me espera la segunda temporada!

 

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