martes, 20 de noviembre de 2012

Skyfall

Este es el año de James Bond, celebramos su 50 aniversario con todo tipo de recuentos y trivias, que si las chicas Bond no triunfan después, que cuáles son las mejores canciones, que cuál ha sido el mejor Bond, que cuánto cuesta un martini de los que le gustan, seguro que todos tienen algún dato curioso que aportar. Pero además, este año saltó en paracaídas con la Reina de Inglaterra y estrenó su película número 23.
Si a esto le suman que el director de Skyfall es Sam Mendes y que la canción la canta Adele, mis expectativas para verla  aumentaron muchísimo y me ayudaron a olvidar la existencia de Quantum of Solace.

Una lista de agentes encubiertos en organizaciones terroristas de todo el mundo ha desaparecido. Bond es el encargado de recuperarla en un operativo en el que es accidentalmente herido por una de sus colegas. Cae a un río y al no aparecer es dado por muerto. Meses después un atentado en los cuarteles del MI6, aparentemente dirigido contra M, obliga a Bond a reaparecer. M está en líos, al perder la lista se cuestiona su desempeño y le dan a entender que es momento del retiro. Bond tiene que examinarse para ver si está en forma de regresar a la agencia y también se cuestiona su desepeño. ¿Es que el mundo ya no necesita a Bond? ¿Es que ya está viejo? ¿Es que su forma de trabajar ya no va de acuerdo a los nuevos tiempos? M y Bond se encuentran juntos en esta situación. La búsqueda de la lista continua y finalmente las pistas van a dar a un antiguo agente Raoul Silva de MI6. Raoul Silva está muy pero que muy cabreado con M, y le guarda mucho rencor por ciertas acciones del pasado y ha planeado una complicada trama para acabar con ella, pero obvio Bond no lo permite y se lleva a M a su casona familiar Skyfall, en el medio de la nada escocesa. Y aunque Bond se escabecha a todos los secuaces, M es herida y muere en sus brazos (suena cursi, pero no, es una buena escena); Silva muere también, pero no en sus brazos.
Esta M /Judi Dench es sustituida por un M/Ralph Fiennes más clásico con una oficina y una puerta acolchadita y roja como la de las primeras películas. Bond es confirmado en su puesto, Moneypenny regresa, Q también y la película termina dejando las bases para una nueva reestructura de esta serie. Una reestructura que me emociona, pues las dos películas anteriores me dejaron bastante decepcionada. Perdieron humor, trataron de ser más realistas, escribieron a un agente 007 menos mujeriego y cínico, más intenso y quesque más profundo, con la idea de traer a Bond a los nuevos tiempos y a las nuevas generaciones. Por suerte, algo de humor se recuperó con Q y algunos diálogos con M.

Aquí me gustaron muchas cosas, me gustaron las referencias a las otras películas, como la escena con el Aston Martin de Goldfinger y M diciendo que no la vaya a expulsar del asiento, o los diálogos con Q cuando sólo le da un radio. Me encantó el malísimo de Javier Bardem de Silva, la nueva futura presencia de Ralph Fiennes. La canción de Adele, ¡Uff! Y en general toda la dirección de Sam Mendes, su dirección de actores, sus elecciones visuales, como la toma de la isla neblinosa, la extraña o la desconcertante escena de la oficina vacía en Shanghai. La historia, como suelen ser las historias se este tipo, es desatada y con alguna que otra discrepancia, pero es James Bond y mientras nos garantice momentos de diversión, estos detalles son menores y tolerables. Me parece que esta es una de las mejores películas del 007 y me reconcilio un poco con que Daniel Craig sea Bond.

Lo que sí que no me gustó fueron los créditos iniciales. Y eso es grave porque desde ahí me empiezo a emocionar. Temí un poco por unos momentos, pero bueno, luego me olvidé y disfruté lo más importante.

En conclusión, un buen Bond para el 50 aniversario.

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