Finalmente, después de mucho tiempo de haber escuchado sobre ella, vi Tampopo (Juzo Itami, 1985).
Es una comedia japonesa, que habla sobre el placer de comer. Los personajes hablan de comida, cocinan y piensan en ella con tanto interés y dedicación que se antoja. Se antojan los fideos de Tampopo, se antoja la carne envuelta en lechuga, se antoja todo lo que sale de las vaporeras de bambú en el tren, y hasta se antojan esos como tacos en tortillas, supongo que de arroz, rellenos de no sé qué.
Esta es la historia de una tímida viuda llamada Tampopo que tiene un changarro de ramen que no funciona. Los fideos no están buenos y ella no sabe cómo mejorarlos. Goro, uno de sus clientes, decide ayudarla. Juntos recorren la ciudad, estudiando a la competencia. Toma ideas, se vuela recetas y practica y practica. En el camino, Tampopo se topa con diferentes personajes que le ofrecen su ayuda. Un doctor experto en fideos, un chofer experto en caldos, un amigo de la infancia que le regala su receta favorita y le arregla el local. Ellos le aconsejan y opinan, que a los fideos les falta carácter, vigor, profundidad.
La película fluye y se mueve de una escena a otra sin parar, mezclando personajes e historias, todas relacionadas con la comida. Un grupo de señoritas que está aprendiendo a comer espaguetis según la maestra, siguiendo las costumbres occidentales, enrollándolos en un tenedor, luego pasándolos a una cuchara y comiéndolos sin hacer ningún ruido. Pero, ¿quién sabe más, la maestra o el extranjero ese que está comiendo lo mismo de una manera muy distinta? Esta es una de mis escenas favoritas. Y otra, una viejita que se mete a un supermercado para apachurrar la fruta, los quesos y los panes, mientras es perseguida por el encargado que finalmente la atrapa y le da un manazo con un matamoscas. Tronchante.
La peli está llena de guiños a la cultura occidental, principalmente la americana, con referencias a películas del oeste (el personaje principal parece un llanero solitario con sombrero de cowboy y paliacate en el cuello) y de gángsters , con una música también muy de película clásica americana. El efecto es muy curioso.
No puedo evitar pensar en la hechura de esta película y compararla con la escena inicial en la que Gun, el amigo de Goro, lee un libro sobre un experto en comer ramen. Hay que primero ver el plato con todos los ingredientes, olerlo, hundir el cerdo en el caldo y comer primero los fideos, combinarlos con los hongos y comer un poco de cerdo. Luego tomar tres sorbos de sopa, y así. Si el ramen está bueno, el cocinero espera un plato vacío. De esta misma manera, el director introduce sus elementos y los va mezclando conforme la película avanza, para que al final, al igual que los amigos de Tampopo cuando se acaban el plato de sopa, nosotros nos quedemos con el gusto y el placer de haber visto una película inolvidable.