HBO ha sacado este documental sobre Steven Spielberg. Escuché una entrevista con la directora Susan Lacy, en donde contaba que tenía más de 30 horas de entrevistas y que ninguno de los candidatos puso reparos en hacerlas: Scorsese, George Lucas, Coppola, Leonardo Di Caprio, Tom Hanks, y muchos muchos más que incluyen críticos de cine como A.O. Scott, productores, colegas y miembros de su familia y de su equipo de trabajo.
La única cosa que les pidió a todos es que no dijeran simplemente que era un genio, les pidió que no nombraran la palabra, que le contaran por qué es un genio, con ejemplos.
Y así es como este documental se convierte en un desfile de porras y aplausos, algunos contando anécdotas de su genialidad y otros gesticulando admiración.
Spielberg no está en mi top de directores favoritos. No es de esos cuyas pelis espero con meses de anticipación. Sin embargo, sí que muchas de sus películas están en mis favoritos, son parte de mi infancia y son una de las razones por las que disfruto tanto ir al cine. Spielberg es la magia del cine. El maestro del entretenimiento, el mejor cine de estudio, una parte importantísima del sistema hollywoodense.
Un cine para todo público que no se mete en líos, es muy correcto, habla sobre la amistad, la familia y a partir de La Lista de Schindler se ha atrevido a tocar temas un poco más serios como la esclavitud, la Guerra y demás.
Creo que una de las cosas que a mí se me atoran de su cine es la sensiblería y la manipulación emocional, pero qué le vamos a hacer, así le gusta a él.
El documental en sí, me pareció desaprovechado. La directora tuvo a Spielberg a su merced y hay más anécdotas y cuestiones familiares que no indican más que de una manera superficial su talento cinematográfico. No es un director de actores, no es un director de diálogos o de ideas, un autor interesado en sus propios asuntos, es un estupendo cuenta cuentos, floreció en unos tiempos en los que innovó y sorprendió con soluciones visuales inolvidables. Es un director que sabe aprovechar las tecnologías en favor de la historia. Me hubiera gustado escucharlo más hablar de eso, como cuando al principio cuenta sobre los problemas prácticos de tener un tiburón robótico, o el sentimiento de descubrimiento ante la pantalla de la computadora al ver el esqueleto de un velociraptor y lo que eso implicaría en el cine a partir de ese momento.
Pero aquí está retratado nada más como el niño bueno de diez, que hizo todo bien. No hubiera estado mal un poco de menos porra, un poco de menos genialidad.
De sus viejitas no puedo escoger, de sus últimas me quedo con Tin Tin y el BFG.