Eilis (Saoirse Ronan) es una chica irlandesa que, con el apoyo de su hermana mayor y un sacerdote amigo, emigra a Brooklyn, en busca de una vida mejor.
Vive en una pensión con otras chicas, trabaja como vendedora y por las noches va a la escuela porque quiere ser contadora.
Como es comprensible, le pega la nostalgia y pasa unos momentos tristes y oscuros, hasta que, en un baile, conoce a un chico de origen italiano, Tony, guapo, lindo y muy simpático, y su vida se ilumina. Cambia su actitud, se vuelve más segura y se empieza a adaptar a este nuevo mundo.
Un día recibe la triste noticia de la muerte de su hermana. Regresa a Irlanda para pasar un tiempo con su mamá y el regreso a casa, a sus raíces, con su familia y sus amigos, la hacen olvidar un poco lo que dejó atrás. Conoce a otro chico, Jim (Domhnall Gleeson), más frío y elegante, que le da la posibilidad de quedarse en casa y tener una buena vida cerca de su madre.
Nadie ahí sabe que antes de dejar Brooklyn se casó en secreto con Tony, pero después de ser confrontada por la arpía del pueblo, le cae el veinte, le cuenta a su madre y regresa a Brooklyn con Tony.
Se supone que es una peli super romántica y una hermosa historia, pero a mi me pareció sosa. Le falta punch. Estoy segura que hasta para los más románticos y cursis, esto no tiene suficiente melcocha.
Prefiero a Tony, pero no es que mi corazón haga tún tún. La química entre ellos está bien y Saoirse Ronan lleva muy bien el peso de la película, pero como que todo es muy fácil, todo es muy lindo y rosa. Rápido tiene trabajo y encuentra gente buena que le pagan la escuela. Nadie le toma el pelo, no parece sufrir un gran choque cultural, a la primera aparece el chico lindo. No esperaba que fuera más oscura o dramática como la de La Inmigrante, pero si esperaba una historia de amor más apasionada, más intensa.
Ya se, un problema es que este género no es lo mío, pero de vez en cuando aparece esa súper historia de amor de suspiro que trasciende...y no es Brooklyn.