Burnt (John Wells, 2015), es un drama ligero, bastante predecible y no muy enfocado, sobre un chef talentoso (Bradley Cooper) que la cagó en grande y ahora que ya se ha recuperado pretende regresar y ganar su tercera estrella Michelin. Aquí debería decir "pero las cosas no son tan fáciles y...", y sin embargo las cosas le son fáciles y ese es uno de los fallos de la historia.
Dos años antes, en París, Adam Jones, el chef estrella, es un engreído, drogadicto y alcohólico y le arruina la vida mal plan a sus mejores amigos y a su mentor. Se va para recuperarse y dos años después, lleno de confianza va a Londres con un plan y espera que todos sus viejos amigos le digan que sí como si nada. Y estos sólo se tardan un poquito en ceder porque Adam es tan chingón que vale la pena. Rápidamente se hace de un restaurante con renombre, junta su equipo, preparan un menú y abren. Tampoco es tan facilota la historia, no le sale a la primera, pero sí a la segunda. Y por ahí va la cosa; tiene que demostrar que no es el mismo, pero sí que es la hostia, ya saben, aparecen los amigos/enemigos/competencia, los enamoramientos que no deberían ser, las metidas de pata, y el aprendizaje final que nos deja a un Adam Jones maduro que finalmente entiende que la estrella Michelin es producto del trabajo duro y no de un momento. Bla, bla, bla, es que todo eso ya lo sabíamos nosotros que somos mucho más sabios y maduros que Adam, o más bien que el autor de la historia. O tal vez no es que seamos más maduros, tal vez sea sólo que hemos visto toneladas de películas del estilo, sólo que el protagonista no era chef.
Y ahí es en donde encuentro un gran desperdicio y la verdad, un poco de decepción, porque a mí cuando me dicen que una película es con un chef pienso en que van a hablar de comida, de cocinar y de lo increíble que es eso. Y casi nada de esto. Te dan a entender que éste tiene ideas claras sobre cocina, que es anti modernismos (aunque nunca nos aclaran por qué); hay una larga escena en donde está con su sous chef tratando de que les salga bien un pescado, y casi hasta ahí. En realidad uno no se cree que sea tan bueno como dicen, y la historia es tan floja que no se esfuerzan en ir por ese camino. ¿Por qué su némesis es su némesis? No lo vemos, sólo vemos a un chef diva, envidioso y berrinchudo que al final acepta que Adam es mejor. Pero nadie nos ha mostrado que es mejor, es más nunca hemos visto que realmente le entusiasme cocinar. Mucho más convincente es Helene, la sous chef/Sienna Miller.
Entonces recuerdo el libro de Kitchen Confidential de Anthony Bourdain y me acuerdo de la serie (no la vi toda) en donde salía también Cooper, y pienso en que eso que me transmitió Bourdain, esa pasión y ese gusto por esa vida, no la vi aquí ni por casualidad.
Hay tantas cosas gratuitas, que dizque le dan dramatismo o tensión a la trama, pero que sobran. Una, es la onda de los tipos a los que les debe droga, ni al caso. Otra, y esa me molestó más, a pesar de que no me clavo con esta temática, pero, ¿por qué tenía que haber un romance con la chava? ¡¿por quéeeee?! ¿Por qué no una relación entre mentes similares, pláticas apasionantes de lo que les gustaba, compartir inventos y placeres en ese plano gastronómico? Me hubiera parecido mucho más interesante y pertinente. Al fin, el asunto de la historia es que Adam se reencuentre y acepte que las cosas se hacen en equipo, que lo importante es el proceso y no el fin.
Y para acabarla de amolar, a Bradley sólo lo vemos una vez sin camisa ¡osea!