Me parece que nunca había visto un documental tan cerca de casa, en tiempo y lugar. Escuchar esto en las noticias día a día se hace de repente confuso. Y aquí la cronología es bastante clara.
Es bastante sorprendente lo cercanos que están los documentalistas a los personajes y a la acción y violencia de la historia. Y claro, también a los personajes mismos, tan abiertos a hablar claramente, sin tapujos. Hay escenas muy duras, muy impresionantes y tienen que ver con la gente narrando lo que les ha ocurrido. El inicio es un trancazo directo. El entierro de una familia recolectora de limón, masacrada en teoría porque el patrón tenía problemas y deudas con tal o cual grupo del crimen organizado.
La garganta se cierra y el estómago se hace bolas con la narración de la chava a la que le secuestraron el marido y a la que luego secuestraron.
La cámara no deja de ver, no pierde detalle, ni cuando tiene que salir corriendo porque empieza una balacera.
La cámara sigue al líder de las autodefensas, el Doctor Mireles; lo escucha, muestra cómo se convirtió en líder, cómo empezó a limpiar pueblos, cómo la gente se le unió y finalmente cómo se le salieron las cosas de control y se convirtió, por manejos aquí y allá, en persona non grata, hasta llegar a la cárcel con acusaciones un tanto dudosas. El Doctor Mireles es carismático, fuerte, confiado, y se decidió actuar, ante la incapacidad del gobierno para intervenir en una situación muy violenta en Michoacán.
Por otro lado, de hecho, al otro lado de la frontera, tenemos a un tipo que no daba una en su vida, no encontraba trabajo, tenía problemas de alcohol o de drogas, o ambos y que decidió que el no encontrar trabajo se debía a que los inmigrantes se los habían quedado todos. Entonces se puso a vigilar la frontera para no dejarlos pasar. Según él, con el tiempo se dio cuenta que más grave que los inmigrantes eran los narcos que pasaban drogas; así que cambió de objetivo y empezó atrapar criminales. Se hizo de un grupillo de personas con la misma filosofía y a eso dedica su vida.
El paralelismo entre las dos historias me causó un poco de choque porque no son comparables. En Michoacán surgieron las autodefensas, ante la inoperatividad gubernamental, para defender a sus familias, después de perder a tantos familiares. Es difícil de juzgar si hiceron bien o mal. La situación es desastrosa e hicieron lo que pudieron. Por un momento fueron heroicos, pero la realidad es que no les competía, como dice un señor al cuestionarlos "Ustedes no son la Ley", aunque la ley haya fallado, ellos no son la Ley, son personas comunes y corrientes, que por momentos no parecen muy distintas de los miembros de los cárteles. Es muy lamentable.
En el caso gringo, es realmente difícil de creer que el tipo cambió de parecer y alineó sus buenos sentimientos. A mí me suena más a que los disfraza de buenos, pues si en el camino puede deshacerse de unos cuantos inmigrantes (no en el sentido literal, espero), seguro lo hará. No es comparable la actitud o falta de actitud aquí o allá, porque no vemos nada sobre la guerra contra las drogas allá. Acá todos tenían una vida y asumieron ésta nueva por necesidad. El gringo como que no tenía nada que hacer y se inventó está cruzada.¿Y dónde está el gobierno? ¿A poco pueden actuar con total libertad? Eso se quedó medio cojo.
De hecho muchas cosas, unas tal vez por falta de investigación y otras porque no hay soluciones. No hay final feliz. Muchos de los miembros de los cárteles se hicieron autodefensas "arrepentidos" y luego cuando el gobierno finalmente decidió intervenir, se hicieron policías rurales...¡WTF!
Aún así la película es un "must" para enriquecer nuestra comprensión sobre este tema. Eso sí, no es para los débiles de corazón.
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