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Pero poco a poco las cosas empiezan a cambiar. Entabla una relación de amistad con el policía con el que tiene que ir a firmar, conoce a un colega de Léa con el que finalmente se siente a gusto y puede hablar, y aunque no le es fácil encontrar trabajo, su vida parece retomar su camino. Hasta el hostil cuñado Luc se da cuenta de que Juliette es más que alguien que ha estado en la cárcel y finalmente la acepta como parte de la familia.
Pero la pregunta está siempre presente ¿qué pasó realmente para que Juliette acabara en la cárcel?
Hace mucho que te quiero (Philippe Claudel, 2008) es un drama, pero no un dramón. De repente aparecía mi influencia telenovelera y esperaba lo peor, lágrimas, gritos y ridículos y sufridos diálogos. Pero entonces me acordaba, eh, son franceses, no hacen eso.
Y la historia va más allá de Juliette y la cárcel; es Léa conociendo a Juliette, dándole una oportunidad de existir, sin juicios ni preguntas. Es Juliette abriéndose a la familia de Léa, abriéndose a la gente que va conociendo.
La actuación es asombrosa. Todos están muy bien, Léa (Elsa Zylberstein), el abuelo Papy Paul, hasta la niña P'tit Lys. Pero es Kristin Scott Thomas la que se lleva las palmas. ¡Qué bárbara! Es una de las mejores actuaciones que he visto en el año, y en el año anterior para que vean qué de buena es. Y sin necesidad de efectos especiales o maquillaje para verse vieja, gorda, china o lo que sea. Y sin que sea basado en una historia de la vida real.
Es la sutlieza de los cambios que sufre el personaje, es la expresión de su cara, el movimiento de sus manos, es el silencio, lo que no dice y todo lo que observa.
La historia es sencilla, pero la actuación es de lo más compleja.
Y vaya, ¡qué bien está la peli!
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