En un pueblecito islandés dedicado a la cría de carneros, surge la amenaza de que los animales del valle entero se hayan contagiado de una enfermedad llamada tembladera. Para evitar esto, la autoridades deciden sacrificar a todos los animales.
Gummi y Kiddi, son dos hermanos que crían un tipo de carnero muy apreciado. Viven en el mismo terreno, pero no se hablan desde hace 40 años y cada uno administra su propia granja.
Esta terrible desgracia, les afecta tremendamente. Kiddi, se deprime y se emborracha y Gummi, bueno, esa es parte de la historia que no les puedo contar. Lo que sí puedo decirles, es que esta decisión, lleva a que los hermanos se unan y se vuelvan a hablar (que hablar, hablar, no es como nuestro hablar. Acostumbrados como están, a la soledad y a la poquita gente, como que sólo dicen lo necesario).
Dirigida por Grímur Hákonarson, Hrútar ganó en 2015, el premio en la categoría Un Certain Regard, en Cannes. Esto y el que el año pasado vi la de Historias de Hombres y Caballos, que me encantó, me llenó de expectativas para verla.
El aspecto geográfico/cultural, está muy interesante, pero la historia, que pinta bien, pierde su camino y termina de una manera abrupta que no me convenció, y que me hizo pensar que el director no supo cómo terminarla. Creo que uno de los problemas principales es el tono. Creo que tendría que haber mantenido más el lado cómico peculiar (que me recordó al humor de la de los caballos), pero se fue por una especie de melodrama injustificado. También les faltó presencia a los animales, están muy chistosos y no les sacaron provecho, ni a ellos ni a la vida alrededor de sus cuidados. Al inicio parece que así será, con el concurso de carneros y la veterinaria dando las razones de por qué ganó fulano carnero (¡por un músculo!), con los otros granjeros, los apuros económicos, y demás. Pero en algún lado del camino, nos perdimos, de hecho nos perdemos al mismo tiempo que se pierden los hermanos, y luego plaf, se acabó la peli.