Cuando decidí ver este documental, esperaba ver una película con imágenes de postal, paisajes impresionantes, pingüinos, focas y extraños animales de las profundidades del mar. Lo primero que dice el director es que cuando surgió el proyecto aclaró que no iba a hacer otra película de pingüinos. Así que adiós pingüinos, pensé.
Encounters at the end of the world (Werner Herzog, 2007), no es un documental en el sentido de que trate de un tema específico, es más bien un viaje, un recorrido para explorar y reconocer el territorio de la Antártida. Es el mismo Herzog el que realiza el viaje y lo narra, siguiendo su curiosidad a partir de unos videos que le mandó un amigo buzo sobre sus experiencias debajo del hielo.
El viaje comienza con su llegada a la estación McMurdo, con sus impresiones sobre el lugar, su entrenamiento para poder salir al hielo (¡tuvo que aprender a hacer un iglú!) y un reconocimiento de las personas que estaban ahí.
Y es con estas entrevistas, que me di cuenta de que este no iba a ser un documental común y corriente, y que no iba a ser una peli como "Atlantis" de Luc Besson. Y me imagino que así le pasó a Herzog. Yo creo que en ningún momento esperaba encontrarse con esa extraña e interesantísima variedad de individuos. Personas con muy distintos antecedentes y procedencias, que por diversas circunstancias acabaron ahí, en el culo del mundo. Un banquero de chofer, un cineasta de cocinero, un lingüista en una tierra sin lengua, un filósofo filosofando en una máquina excavadora, una especie de indio americano era el plomero, una viajera incansable con las más interesantes anécdotas.
Más los científicos, por supuesto. Metidos en sus pequeños y muy específicos mundos. El que estudiaba a los pingüinos (sí hubo pingüinos a fin de cuentas, y valió la pena la escena), parecía preferir ser pingüino a ser humano, los buzos-biólogos-rockeros que encontraron tres nuevas especies desconocidas, el vulcanólogo inglés vestido de tweed para honrar a los antiguos exploradores, el físico apasionado por los neutrinos.
Esta es una peli sobre el lugar y el hombre. Sobre la aventura y la exploración. Sobre las pasiones y los intereses. Sobre un lugar adverso, peligroso, fascinante y lejano. Un lugar silencioso y blanco, sutil, y monótono. Vaya, un lugar atractivísimo.
Herzog muestra unas imágenes espectaculares montadas con una extraña música que les sienta maravillosamente bien.
El viaje no termina, parece incompleto, no sé, pero la última escena con el filósofo es muy buena. Me da la impresión que Herzog no sabía a qué iba, que no tenía un fin específico y simplemente fluyó por el hielo y fue encontrando cosas. Y al final, no supo qué hacer. Aunque en realidad a quién le importa si cerró bien o no con todo lo anterior.